Por Mª Jesús Serrano de la Rosa
Nunca te has preguntado si los objetos y documentos guardan memoria de sus dueños o las personas que los crearon. ¿Podría ser posible acceder a recuerdos o fragmentos de la vida de las personas, tocando el mechón de pelo que acompaña a una carta, o la tarjeta de visita que alguien depositó en una bandeja de plata? ¿Te imaginas la posibilidad de conocer el pasado con solo posar la mano o acercarte a un objeto? Pues no serías en primero en pensarlo. A mediados del siglo XIX, el norteamericano Joseph Buchanan inventaba la psicometría para definir a la capacidad de captar las emanaciones de los objetos y adquirir información.
Nada de esto pasaba por la mente de Carlos, cuando caminaba por los pasillos del depósito de materiales especiales. El carrito avanzaba por el pasillo que atravesaba los armarios compactos. Su objetivo estaba guardado en el uno de los armarios compactos del final de la final. Se situó delante de la manivela y comenzó a girarla hasta conseguir abrir el pasillo interior y poder acceder a la estantería. En la fila superior estaba la caja que buscaba. Comprobó la signatura, y con cuidado, la colocó en el carro, tras dejar el testigo en el lugar vacío.
De vuelta a la sala de trabajo, puso la caja en la mesa, y fue a buscar unos guantes de algodón para evitar dejar marcas de grasa en la documentación. Pero no los encontró en el cajón del escritorio. Buscó en el armario del material pero no había rastro de ellos. Quizás estuvieran en el bolsillo de la bata. No hubo suerte. Así, que decidió lavarse y secarse las manos, antes de manipular el contenido con el mayor cuidado posible, usando las yemas de los dedos.
Le habían encargado revisar y catalogar de nuevo una parte de la Colección Harry Houdini que se conservaba el archivo. El plan para hoy era comprobar el estado de los carteles promocionales de la carrera profesional del mundialmente conocido ilusionista y escapista austrohúngaro. Se trataba de una documentación muy utilizada por los investigadores, muchos de los cuáles, a pesar de estar disponible de forma digitalizada, preferían consultar los originales. El olor de la lignina tiene un atractivo especial para muchas personas, provoca conexiones con el pasado, pero sin duda, la mayoría lo hacían atraídos, sin duda, por la posibilidad de tener contacto con algo que en su día fue manipulado por el propio Houdini. Ese era uno de los motivos de la revisión, comprobar el estado de conservación de los materiales y saber si estaban en condiciones adecuadas para su préstamo y consulta en la sala de investigadores.
Extrañado por la desaparición de los guantes, no solo los suyos, solía dejarlos en el mismo sitio, sino los que se guardaban de reserva para uso del resto del departamento de descripción, decidió seguir con la tarea encomendada. Se dispuso a abrir la caja de ph neutro de tamaño especial. Separados por carpetillas de papel se encontraban cinco carteles publicitarios de las actuaciones de Houdini. Sacó la primera de ellas, comprobó la signatura anotada con la ficha que se mostraba en la pantalla del ordenador y leyó la descripción: Cartel publicitario de Houdini, sobre fondo negro aparece fotografiado de cuerpo entero, vestido con un bañador y el pecho descubierto. Lleva varias cadenas en el torso, manos y pies De las cadenas cuelgan candados. El primera línea, encima de la cabeza aparece el nombre Houdini. No hay fecha que permita identificación, pero por noticias en los periódicos la fecha aproximada es de julio de 1899. Descriptores: Escapismo, Houdini, Fotografía, S.XIX, cartelería publicitaria, cadenas.
Abrió la carpetilla, retiró la camisa protectora y se topó con Harry Houdini o Erik Weisz, su nombre de nacimiento, mirándolo fijamente desde abajo. Casi se diría que desafiándolo con la mirada. La imagen que tenía delante se correspondía con la descripción. El estado general era muy bueno, no se veían grietas ni roturas, solo un ligero color amarillento en los laterales, producto de la oxidación. Seguramente habría manchas de foxing en el reverso, unas manchas oscuras de color rojizo como puntitos que suelen aparecen en la documentación antigua producida por la descomposición de los componentes del papel o por la acción de microorganismos. Para comprobarlo, dio la vuelta al cartel usando unas pinzas para no ensuciarlo. Como había pensado, encontró una serie de puntitos que recorrían de manera diagonal la extensión del reverso. Sin embargo, no era una cuestión preocupante para la conservación, así que volvió a colocarla en la posición original. Al girar la imagen, por el rabillo del ojo captó un leve movimiento procedente de los ojos de Houdini. Sorprendido, se fijó con detalle y le pareció detectar un parpadeo. Instintivamente acercó el dedo a la superficie y posó la yema del dedo sobre los ojos.
– Agua, estoy en el agua– pensó. Estaba rodeado de agua, agua dulce. Sentía que su cuerpo pesaba y se hundía hacía el fondo. No podía nadar, tenía las manos y los pies atados. Cuando miraba hacía arriba, hacía la superficie, veía la luz pero también una serie de sombras oscuras que se movían. ¿Serían personas? ¿Le estaban viendo ahogarse y no le ayudaban? Entró en pánico, sintió como el miedo le recorría de arriba a bajo. Se estaba quedando sin aire, lo sentía en los pulmones que estaban cada vez más hinchados. Sus piernas patearon el agua intentando impulsarse y justo cuando sus brazos se disponían a hacer lo mismo, se dio cuenta de que le rodeaba la luz.
– ¿He muerto?– No entendía lo que pasaba. Había abierto los ojos y se veía asimismo de pie en un muelle rodeado de gente que aplaudía. Oía vítores y gritos. La luz de sol brillaba con fuerza y no le permitía ver con claridad su entorno. Pero sin duda estaba de pie, había algo raro en las personas, sobre todo en las mujeres. Llevaban vestidos largos y sombreros. Se notaba ligero, pero con la punta del pie notaba una masa de hierro. Antes de que pudiese procesar lo que le estaba ocurriendo, volvía a estar sentado a la mesa de trabajo. Tenía el cartel justo debajo de su dedo, separado por unos milímetros. Dio un respingo y se levantó, su corazón aún seguía latiendo deprisa. Necesitaba aclararse e intentar saber qué había pasado. Había notado el agua claramente, pero cuando se tocó la ropa, estaba seca. No había ningún rastro de humedad.

–¿Lo he soñado? ¿me habré quedado dormido sin darme cuenta?– Nunca le había pasado nada parecido. Tras unos minutos y sintiéndose un poco más calmado, decidió sentarse de nuevo. Tenía trabajo por hacer. Sin duda le calmaría. La sensación de inquietud continuaba, pero decidió no darle importancia. Racionalmente lo que le acababa de pasar no tenía ningún sentido. No había estado en el agua a punto de ahogarse. Ni mucho menos lo había hecho rodeado de gente. No, no había forma de que hubiera sido real. ¿Quién habría estado dispuesto a arrojarse al agua encadenado para disfrute del público?¿Quién?

Texto redactado para ser incluido en el Proyecto literario de antología de relatos solidarios
para el día de las bibliotecas (2021), de la editorial Vinatea.
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